
Decidí freírlo primero en la sartén para que quedara bien dorado y luego lo eché en la olla de cocción lenta con un poco de condimento italiano, zumo de limón y caldo de pollo. Mientras se cocinaba, mi casa se llenó de un increíble aroma a limón.
Lo comimos con una ensalada de pasta y verduras, ¡y a todos les encantó! Kelsey dijo: «¡Mamá, este pollo es el mejor! ¿Puedes volver a hacerlo mañana?» 🙂 .